Venciendo el Miedo
Fecha de publicación: 2015-05-11, Por Claudia Carrizo / Psicóloga Adolescentes y Adultos - Centro de Terapia del Comportamiento / Sucursal Providencia y Viña del Mar
¿Qué le dijo el cobarde al miedo?: ¿Por qué a ti no te puedo controlar?
¿Qué le respondió el miedo al cobarde?: Porque siempre haces lo que yo te digo!
Todos nuestros sentimientos y emociones son normales, lo que quiere decir que todos los miembros de nuestra especie los tenemos y el que los podamos manejar de manera civilizada es lo que nos diferencia del resto de los primates que por supuesto también los tienen.
La ira, la alegría, la tristeza, el miedo, el amor, etc., están ahí desde que nacemos y con nuestro desarrollo lo que vamos haciendo es aprendiendo a conocerlos, a reconocerlos y a manejarlos. Son, por decirlo así, la sal y la pimienta de la vida y la única manera de no tenerlos es dejando de tener vida.
Es cierto que unos nos son más agradables que otros; y los que más nos molestan seguramente son la tristeza, el miedo y su hermana gemela la ansiedad.
Ocupémonos del miedo, ese que sentimos cuando algo malo, en el aquí y ahora, nos está ocurriendo.
Sentimos miedo cuando nos viene a morder un perro, en un asalto o cuando está temblando. Cuando hay un estímulo aversivo presente lo que sentimos es miedo. ¿Y la hermana gemela? Ella es bien parecida, pero no igual. La ansiedad, que es cuando estamos pensando que algo malo nos puede pasar: que en una calle oscura nos pueden asaltar o que podría temblar esta noche.
La diferencia es clara: cuando está temblando no pensamos, nos asustamos. Pero si pienso que podría temblar esta noche, me asusto. Se sienten corporalmente igual pero uno no tiene cerebro, no pienso (el miedo) y la otra es puro cerebro (la ansiedad).
Pero sabes, este par de hermanitos curiosamente están ahí para ayudarnos a lo largo de nuestra existencia. Están para cuidarnos, para protegernos y conservar nuestra existencia. Esa es su función. Tenerlos es adaptativo.
Lo que no es adaptativo de ambos es que aparezcan en situaciones en las que no se requieren, en momentos inoportunos y en intensidades inadecuadas; o sea, que en lugar de ayudarnos en la vida la interfieran y nos inhabiliten.
Un error que se puede cometer si tengo un miedo que me inhabilita, me paraliza y me dificulta ser feliz, es quedarme con él; y lo peor es que lo deje acompañarme por años y años. Es que mientras más arraigado esté, mientras más inhabilitante sea, peor es el pronóstico y más difícil (pero no imposible) tratarlo.
Por eso si tienes miedo y consideras que no te hace bien tenerlo busca ayuda y tratamiento y mientras más rápido mejor. Y si tienes dudas de si está bien o no lo que sientes mejor pregunta a un profesional. Invertir en tu salud emocional es siempre una buena inversión.
Y si tu hija(o) tiene miedo y no se le quita a pesar de tus esfuerzos, no le digas que es cobarde y la(o) fuerces a enfrentarlo. Se amable, cariñoso y si ves que no hay cambio busca la atención profesional necesaria. Crecer con miedo es una historia triste que se puede cambiar.
La psicoterapia ha avanzado y desarrollando técnicas eficaces y eficientes para ayudarte a mejorar y lograr vivir tranquilo. Anímate a ser valiente para no continuar haciendo lo que el miedo te dice que hagas.
|